
Por: Miguel Godos Curay
Con un afán exhibicionista se ha puesto de moda la exaltación heroica. Los legionarios no desaprovechan la ocasión para exhibir con inaudita huachafería su medalla en cuanta cuchipanda se presente lo importante es aparecer aunque al final desaparezca el inspirador de las hazañas gloriosas. No ha tenido la misma suerte por fortuna don Miguel Grau cuya invicta memoria es la heredad de los piuranos. No hubiese soportado la efigie señera la voracidad desbocada por los brindis y los bocaditos. Grau murió a los 45 años en la plenitud de una vida encarnada en promesa. Grau aquel padre de superlativa ternura y Diputado de foja impecable y trayectoria honesta no hubiese necesitado una gratificación de 50 mil soles porque con sinceridad hubiese respondido “mi deber no tiene precio”.
Grau une a los piuranos y peruanos. Bien puede servir como ejemplo a aquellos lideres políticos que por ese perverso afán de figuración mediática son capaces de patear como las bestias. Y también para aquellos que sin dignidad y decoro viven y medran del ejercicio público. Grau plenamente humano y menos envejecido por los bronces de la gloria nos hace falta en esta hora para acabar con ese obcecado olvido que de los latrocinios viejos y recientes tenemos los peruanos. Grau nos sacude la conciencia cada vez que del Perú nos olvidamos.
Quienes en Piura lo contemplamos necesitamos como ayer reivindicar su nombre y su memoria. Este martes 27 de Julio habrá en el Club Grau habrá un homenaje de gratitud el que no aparece en los programas porque es un mandato de conciencia y un recado silencioso y patriótico de los piuranos. Hace mucho tiempo piuranos crearon el Instituto Almirante Grau el que por desentendimientos y pretensiones fue proscrito impunemente. Sin embargo, la devoción sobrevive y no hay razón ni argumento para que se impida que quienes persuadidos de las virtudes del Caballero de los Mares lo propongan como modelo de vida para las generaciones vendieras. No pretendemos un figurón que sirva de pretexto para la exhibición. La invicta memoria de Grau no nos perdonaría sería como un hierro caliente en la conciencia.
Grau es un espíritu de temple espartano. Piura por su gloria se engrandece y su ejemplo engrandece a todos los peruanos. Por eso resulta oportuno que su efigie se haya colocado en el Campus de la Universidad Nacional de Piura ahí entre los algarrobos y los trinos perdurables será inspiración para los jóvenes y los maestros. En especial para aquellos que extravían el rumbo naufragando en las desbocadas ambiciones de su interés personal. Grau es el Perú que habla y su ejemplo una lección que nunca cansa. En muchas ocasiones será un lábaro de esperanza y un norte seguro por el que vale la pena caminar.
Con su estatura humana Grau levantó el rascacielos de su dimensión patriótica. No hay condecoración que perennice su nobleza. En su humildad a borbotones habita su grandeza. Por eso lo necesitamos hoy y siempre para reconstruir la patria. Vivimos un tiempo en que los héroes se utilizan como muñecos de torta para la decoración urbana. Lo que necesitamos con urgencia es redescubrir paradigmas como Grau dignos del reconocimiento e imitación pública. En una sociedad en la que existe escasez de valores y de civismo no hay tiempo que perder.
Los héroes como los santos escriben con la menuda letra de la prosa diaria la profunda grandeza de las acciones humanas. Son ingredientes necesarios para que el amor a sí mismo se fortalezca, para que el trato entre los ciudadanos fluya espontáneo y sin diferencias. Por supuesto que hay héroes como Grau cuya existencia es suficiente para escribir volúmenes y tratados de responsabilidad, patriotismo y consecuencia. Acaso el héroe no perturba el sueño de los que viven sin importarles hacer de su existencia una impronta honesta. Grau provoca incendios de integridad en el interior de las conciencias ahí en donde muchos piensan que el genuino sacrifico es difícil de imitar.

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